2 de diciembre de 2014

Mi padre

© Francisca González Campos
Ayer la bisabuela me contaba con emoción lo mucho que se acordaba de su padre y lo importante que fue para ella. Hoy vamos a profundizar sobre él.



- ¿Tu padre era de Huelva?
- Sí. Era familia de los García Ramos.

- Háblame de él.
- Se llamaba Juan González Hidalgo. Era mecánico. Hablaba inglés y francés. De muchacho fue a África a servir al ejército. A mis hermanos y a mí nos encantaba escucharle hablar del desierto, de la arena y de las caravanas de beduinos. Hasta me acuerdo de este nombre: 'Abd el-Krim'.

- ¿Y quién era ese señor?
- ¡Huy! Era el cabecilla de los moros, un hombre muy malvado. Mi padre decía que se escondía debajo de las arenas como las serpientes.

- ¿Hasta cuándo estuvo tu padre en África?
- Hasta que murió su padre. Su madre entonces lo reclamó para que lo trajeran de nuevo a España. De ahí se fue a Francia a aprender el oficio de mecánico.

- ¿Mecánico de coches?
- Mecánico de motores: de coches, de camiones, de aviones... Él mismo fabricaba las piezas. Cuando la Guerra Civil no había otra forma de conseguir repuestos porque España estaba aislada. No teníamos ni siquiera comida.

- ¿Dónde trabajaba de mecánico?
- En muchos sitios; donde lo iban necesitando. Siempre estaba de allá para acá. Estuvo mucho en la parte de la campiña de Cádiz. De hecho, vivimos un tiempo en Villamartín, en Bornos, en Ubrique y en Arcos de la Frontera. Cuando sentía morriña por Huelva, volvía y no tenía problemas en encontrar de nuevo 'colocación'. En Huelva, cerca de la plaza Niña, tenía el 'Garaje Moderno', con varios muchachos a su cargo. Era un hombre muy apreciado porque era bueno y tratable y, sobre todo, era muy 'señorito'.

- ¿Qué es 'ser señorito'?
- Esta palabra, antiguamente, tenía mucha importancia porque se decía así de la gente que tenía buen porte y elegancia en el trato. Mi padre venía de buena familia: su padre fue director de la Escuela de Arte y Oficios de Huelva. Como buen señorito, tenía por regla no llevar paquetes en la mano. Iba al trabajo arreglado como si fuera a bailar a un salón. Luego se ponía su mono de trabajo y, al terminar de faenar debajo de los coches del taller, se lavaba, se quitaba la grasa y se volvía a arreglar para volver a casa. Yo le llevaba el café de la merienda porque vivíamos cerca del taller, en la calle Alfonso XII.

- Me comentaste un día algo de los bomberos...
- Sí, sí. Mi padre también trabajó como mecánico, con los bomberos de Huelva. Y además, con Pera Bayo, que era un señor que tenía camionetas. La gente las llamaba 'Los Amarillos'.

- En Huelva llaman 'camioneta' a un autobús. ¿Cierto?
- Eso es. Las camionetas de Los Amarillos llevaban a la gente a la Punta del Sebo, a bañarse. Allí había un balneario precioso, en plena ría.

- ¿Dices que tu padre también hablaba inglés?
- Claro, trabajó con los americanos en el aeropuerto de San Pablo de Sevilla, arreglando motores de aviones. Por cierto, también fue mecánico de don José Quintero, médico de la Gota de Leche de Huelva. En aquella época no había grandes hospitales. Huelva era una ciudad marinera pequeña. Los médicos iban a las casas.

- ¿Qué era la Gota de Leche?
- Era una casa donde se les daba leche a los bebés y niños pobres.

- ¿Fue en Huelva donde tu padre conoció a tu madre?
- Sí. Y cuando se fueron a casar, las muchachas decían "Manolilla Campos se casa con un señorito". Manolilla era una forma cariñosa que usaban sus compañeras del taller de costura. Pero ella se llamaba Manuela.

- ¿Tu madre era costurera?
- Cosía hasta que se casó. Trabajaba en una casa grande donde se hacía la ropa a medida: antes la ropa era artesanía. Mi madre, una vez que 'montó su casa', se llevó a su suegra como ama de llaves.

- ¿Como ama de llaves? 
- Claro, mi abuela Francisca era viuda y lo normal es que su hijo, al casarse, no la dejara sola. Ella era la que mandaba en la casa, la que disponía del dinero y hasta decidía lo que se comía cada día. Tenía una muchacha de niñera para cuidar de nosotros, los nietos. Antes, esto de las amas de llaves, era muy común.

© Francisca González Campos
© Selene Garrido Guil

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